viernes, 22 de abril de 2016

Acerca de la Peste Negra: Segunda Parte



Y continuamos con la historia de la Peste Negra... 
Inicio con la imagen de la Rata y su querida amiga la Pulga, quién es en realidad la causante de esta epidemia en aquella Edad Media. Al haber un desolado panorama, el sistema de valores de la sociedad se trastocó de manera sensible. ¿Qué esperanzas de futuro tenían aquellas personas que presenciaban día a día, la muerte de amigos, familiares, y conocidos? No es extrañar, pues, que muchos se lanzaran a una existencia desenfrenada donde la comida, el placer y la holganza constituían el eje fundamental. Las diversiones, las fiestas, el sexo, la ostentación en el vestir y, en definitiva, el disfrute absoluto de los bienes materiales se convirtieron en una concepción de la existencia que impregnó a muchos. 

El saqueo de las casas de los fallecidos fue también una práctica muy extendida, y hasta se dieron frecuentes casos de ciudadanos que se sorprendían al ver en la calle a personas vestidas con las ropas de un ser querido al que habían enterrado el día anterior. Aunque debido a la gran mortandad, muchos puestos de trabajo quedaron libres, resultó casi imposible hacer que alguien los ocupara de nuevo. Por lo visto, y a pesar de los edictos que promulgaron los responsables públicos castigando la mendicidad, la brevedad de la vida resultaba un argumento de peso para no trabajar. Como contraparte, ese mismo concepto de la brevedad de la vida hizo que muchos otros optaran por un mayor énfasis en su religiosidad; las misas y procesiones se convirtieron en un remedio mágico para aplacar los alcances de la epidemia. 

Tanta religiosidad hizo que muchas personas abandonaran sus lugares de residencia para viajar a lugares distantes, como Santiago de Compostela y Roma; los cuales se convirtieron en los centros más importantes de peregrinación. Los arrebatos de piedad desembocaron en actitudes místicas exacerbadas. Tal fue el caso de los llamados flagelantes, personas que recorrían en largas comitivas los caminos de Europa, portando cruces, orando a grandes voces, invocando con gestos exagerados a la Virgen, y sobre todo, flagelándose unos a otros. 
Era como sí la Peste Negra hubiera desencadenado una histeria colectiva sin precedentes. No sólo desató actitudes de fervor o voluptuosidad, sino que también removió antiguos odios. La ira popular se concentró especialmente en los hebreos, quienes fueron acusados de ser los causantes de la peste; siendo la población cristiana la incitadora de ello, lanzando con furia contra los barrios judíos sembrándolos de cadáveres. 


Por miedo al contagio, el médico usaba un filtro con hierbas en la nariz. 


Por otro lado, la medicina medieval consideraba la salud como una mezcla proporcionada de humores, es decir, de los líquidos del cuerpo. Su equilibrio se lograba mediante el calor innato del corazón, que se complementaba con la acción de los alimentos exteriores que penetraban el cuerpo. Se creía que el aire era una de las formas que podía adoptar dicho alimento, pues su efecto sobre los pulmones y el corazón aireaba y vivificaba la sangre, humor por excelencia. Pero si el elemento aire predominaba sobre el elemento sangre, entonces se producía una alteración de este último, provocando la enfermedad. 
La Peste Negra consistía en una alteración del aire que a su vez había alterado la sangre. Así no era extraño que los primeros remedios médicos se dirigieran a las sangrías. En unos casos se practicaban con sanguijuelas pero en otros, mediante toscos pero afilados bisturís. Se efectuaba un corte en el bubón, pero con tan mala fortuna que muchas veces el médico cortaba los vasos linfáticos. El remedio era peor que la enfermedad. 



La sabiduría médica recetaba múltiples medidas preventivas que iban desde la quema de maderas olorosas, las ropas perfumadas, los talismanes, hasta la huida. Al igual que los personajes del Decamerón que abandonan rápidamente Florencia para ponerse a salvo en el campo, había que huir pronto lejos y regresar tarde, sabia medida que quedó recogida en una expresión latina que se hizo más popular: "Cito, longe, tarde". 

A la luz de los conocimientos que se poseen actualmente, podemos determinar con precisión el origen y la trayectoria de la Peste Negra, hasta su expansión por Europa en 1348. Para ello debemos remontarnos hasta el año 1253 y situar nuestro punto de partida en una expedición que realizaron los mongoles durante dichos años a la región del Yunnan en el sur oeste de China. Aún hoy existe allí un brote endémico de peste y su papel en la propagación de la enfermedad fue decisivo, pues a su regreso de la expedición, las tropas mongoles desplazaron la epidemia al interior del país. 




Aunque en la actualidad la peste constituye una enfermedad totalmente controlada por la medicina, lo cierto es que costó varios siglos encontrar la cause real que la producía y hacerle frente de una manera efectiva. A partir de la Peste Negra el mundo aún tuvo que sufrir periódicamente sus secuelas: tal fue el caso de las epidemias de Milán y Londres en los años 1630 y 1665, y que causaron severos estragos. Su aparición se le relaciona siempre con la presencia de una multitud de ratas. 

Hoy, los adelantos de la medicina y las medidas sanitarias han convertido la peste en un mal recuerdo. Sin embargo, aún podemos comprobar su presencia en ciertas zonas limitadas del tercer mundo , donde existen focus endémicos. Así, durante la guerra de Vietnam, los soldados americanos que participaron se vieron afectados por el virus a pesar de haber sido vacunados. 

Por último les dejo este documental: 



Nos veremos en el próximo artículo!
@angieluthien
Biblografía: Revista Muy Interesante. Año 1985. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario